Que Jesucristo fue nacido de una virgen es historia. Lucas,
el testimonio de quien revela (Lucas 1:1-3) su cuidadosa investigación
y documentación, proveniente de fuentes de primera mano, registra todos
los eventos que llevaron al nacimiento virginal.
La Biblia llanamente nos dice que Jesucristo fue concebido como
resultado no de trato sexual (Lucas 1:34), sino de un milagro biológico
producido por el poder de Dios (Lucas 1:35). Dios fue quien creó el cromosoma
Y necesario para que María concibiera un hijo.
A través de este milagro Dios impartió Su propia naturaleza a Su
Hijo. Como resultado, Cristo fue concebido no a la imagen del pecaminoso
Adán (Génesis 5:3) sino a la de Dios, recto y justo, y libre de pecado
(Efesios 4:24; Romanos 5:12,19; 1 Corintios 15:45).
La Biblia nos dice que Dios envió al ángel Gabriel a una ciudad
de Galilea llamada Nazareth, a una virgen casada con un hombre llamado
José, descendiente del rey David (Lucas 1:26-27).
Ahora bien, la costumbre judía requería de un hombre que estuviese
establecido en algún negocio y fuera capaz de mantener familia antes de
tomar esposa. José pudo haber tenido entonces unos 30 años o más, aunque
María sin embargo pudo haber sido más joven, de unos 12.
Y también de acuerdo a sus costumbres, una mujer y un hombre no
salían juntos, se hacían novios o se comprometían antes de casarse, tampoco
pasaban tiempo una con el otro. Usualmente las respectivas familias arreglaban
el matrimonio. Y una vez acordados todos los detalles del contrato matrimonial,
incluyendo el monto de la dote, etc.; y además -en términos modernos-,
ya firmado el acuerdo por ambas partes, en presencia de los testigos prescritos,
y notariado, el hombre y la mujer eran legalmente marido y mujer.
Sin embargo, la costumbre también requería de la pareja recién casada
observar un período de esponsales, durante el cual permanecían separados,
no comenzando a vivir juntos inmediatamente. Como no habían pasado tiempo
uno con el otro, y podían incluso ni conocerse personalmente, el período
de esponsales era de preparación para su futura vida como pareja. En otras
palabras, que no comenzaban a citarse hasta después que eran legalmente
hombre y mujer. Además, usualmente no tenían intimidad sexual hasta después
de finalizado el período de esponsales.
Debido a estas costumbres, no hubo nada vergonzoso relacionado con
la entrada de Cristo al mundo. La gente que convivía en la misma comunidad
con María y José los consideraba marido y mujer, aún cuando no estaban
viviendo juntos. Por esta razón el embarazo de María nunca fue considerado
como pecaminoso, aún cuando lo usual fuese que una pareja casada se abstuviera
por un tiempo del trato sexual.
Mateo nos dice que antes de que María y José estuvieran juntos, ella quedó embarazada por el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, su esposo José, al principio no sabía que ese niño estaba en su vientre por un milagro de Dios. Por lo tanto, siendo un hombre justo, y no queriendo exponerla públicamente, estaba pensando en divorciarse en silencio de ella. Y mientras pensaba en estas cosas, el ángel del Señor se le apareció en un sueño, diciendo: "Tú, José, hijo de David, no tengas temor por María, tu mujer, porque Quien ha sido concebido en ella es del Espíritu Santo." (Mateo 1:18-20).
Ahora, cuando la Biblia nos dice que José era un "hombre justo", revela algo de su carácter. Debido a que sólo el perdón es lo que nos hace justos o inocentes ante la mirada de Dios, José no hubiera sido hombre justo a menos que también hubiera sido humilde: un hombre dispuesto a ver sus propios pecados, y buscar la misericordia y perdón de Dios. Debido a que era un hombre humilde, consciente de sus propias flaquezas, no tenía deseo de avergonzar públicamente a María. Así vemos que cuando Dios escoge a un hombre para cuidar de Su Hijo, elige a un hombre de fe.
Aún cuando la Escritura presenta el nacimiento virginal como
un hecho, muchos rehusan aceptarlo. Su resistencia se basa no en lo que
saben sino en lo que ignoran. No pueden saber, y por lo tanto no quieren
creer.
Pero lo que fallan en entender es que posiblemente ningún hombre
pueda saber. Aún si María hubiese estado encerrada en una celda por dos
años antes del nacimiento de Jesús, ningún hombre podría saber que ella
permaneció virgen. Así que aquí tenemos posiblemente la más grande señal
que Dios dio jamás a la humanidad, ¡y ningún hombre pudo nunca saber -aparte
de la Palabra de Dios-, que había ocurrido! ¡Qué humildad! ¡Qué revelación!
Por esta misma razón posiblemente, Dios no podía estar hablando de otra
virgen, cuando a través de Isaías (Isaías 7:14) dijo al rey Ahaz que el
nacimiento virginal sería una señal para él. Cien vírgenes podían haber
concebido a la sombra del propio palacio de Ahaz, y todavía no habría sido
señal tan grande para él como el nacimiento virginal de Cristo, porque
él no tendría modo de saber que eran realmente vírgenes.
Creo que Dios empleó la señal para humillar a Ahaz: se le dijo acerca
de esta gran señal, un nacimiento virginal, y no sabía siquiera cuál virgen
era, donde vivía, ni cuando el niño sería nacido.
La llana verdad es que nunca hubo ni habrá otro nacimiento virginal: Cristo solamente, de entre todos los hombres, nació por un milagro divino, sin un padre humano. Pero la propia prueba de ello debe encontrarse en la resurrección de Cristo de entre los muertos. Dejando de lado el nacimiento virginal, que nunca podrá ser probado aparte de la Palabra de Dios, resulta que la resurrección de Cristo de entre los muertos, es uno de los hechos mejor comprobados de la historia. Dios levantó a Cristo de entre los muertos porque era quien Él alegaba ser, el Hijo de Dios. Y Cristo era el Hijo de Dios porque fue concebido por un acto de Dios, no de hombre: Dios mismo se hizo hombre en la persona de Jesucristo.