El fundamento del gobierno cristiano no se encuentra en los
gobernantes mencionados en la Biblia, sino en los principios básicos con
arreglo a los cuales esos gobiernos son juzgados.
Y esos principios no son producto de la deducción humana, proclive
al error, sino que están claramente establecidos en la Palabra de Dios.
Y el primero de ellos se encuentra en 1 Timoteo 2:1-2.
Porque somos libres para vivir vidas tranquilas y pacíficas
sólo cuando están seguras nuestra vida, libertad y propiedad. No hay paz
si debemos combatir constantemente, o vivir en temor de quienes nos privarían
de nuestra vida, libertad y propiedad.
Este pasaje de 1 Timoteo 2:2 condena el comportamiento criminal,
pero tanto de quienes hacen las leyes como de quienes las violan o quebrantan.
Todo crimen es malo, y contrario a la Palabra de Dios. El fruto del buen
gobierno siempre es paz, ley y orden.
1 Timoteo 2:2 es una de las más bellas descripciones de libertad
y gobierno libre que yo conozca. Aquella declaración de que los hombres
"son dotados por su Creador con ciertos inalienables derechos, entre ellos
a la vida, libertad y prosecución de la felicidad", no puede entenderse
correcta o bíblicamente a menos que se interprete como diciendo lo mismo
que 1 Timoteo 2:2. Porque la prosecución de la felicidad es una meta correcta
sólo cuando se lleva a cabo "en toda piedad y honestidad".
Estas declaraciones concuerdan perfectamente con 1 Timoteo
2:2. El gobierno nos posibilita vidas tranquilas y pacíficas, no sólo al
dejarnos en paz, sino también al descargar pronta y diligentemente la ira
de Dios sobre quienes cometen actos criminales (Eclesiastés 8:11). El objetivo
de la ley es la condena de los criminales, y no la reglamentación de los
justos (1 Timoteo 1:9).
Vea cuidadosamente la frase "para encomio de quienes hacen el bien".
Esas palabras, "quienes hacen el bien", refieren a los que -en contraste
con los "mal-hechores"- guardan la ley. Por tanto, la Biblia está diciendo
que los gobiernos deben encomiar a los ciudadanos promedio, respetuosos
de la ley, en lugar de verles y tratarles con sospecha, como si fuesen
potenciales criminales. Esto va de la mano con aquello de dejarnos en paz
sin intromisiones, para poder vivir vidas tranquilas y pacíficas. Si los
gobernantes son sinceros en su encomio a los buenos ciudadanos, entonces
deben estar dispuestos a tenerles confianza en su responsabilidad de manejar
sus propias vidas.
Dios ha establecido a los gobiernos para nuestra protección. Y como
Dios los ha establecido, entonces todos los gobiernos son responsables
ante Él, y por ello deben sujetarse a Su voluntad (Filipenses 2:10, Romanos
13:1).
Un gobernante no puede actuar como benefactor a gran escala sino es porque previamente ejerció señorío sobre otros. Porque un gobernante no da a nadie absolutamente nada que no haya tomado antes de otros.
En el versículo 26, Jesús va a decir a Sus seguidores que debían buscar "servir" a otros, antes que ejercer "señorío". Y el hecho de referirse a los gobernantes en este contexto, pone en claro que Él está hablando de política, no nada más del gobierno de la Iglesia. En consecuencia, y respecto al servicio político, deseo compartir cuatro pensamientos aquí:
PRIMERO: ningún servidor está por encima de la ley. Todo servidor está sujeto a sus señores a quienes sirve, pero además a la ley a la que también ellos se sujetan. Por tanto, todo gobernante que verdaderamente sea servidor del pueblo, su señor, estará sujeto a las mismas leyes a que el pueblo se somete, y a toda limitación que estas impongan sobre su poder.
SEGUNDO: toda autoridad que tenga el servidor debe provenir de su señor. Un servidor está habilitado para ejercer solamente la autoridad que le sea delegada por su señor. Por tanto un servidor del pueblo no tiene más autoridad que la delegada por el pueblo.
TERCERO: jamás se justifica que un servidor usurpe autoridad no conferida por su señor; ni que tome propiedad sobre lo que no le ha dado su señor. Por ende, un servidor del pueblo no puede usurpar autoridad no delegada ni propiedad no entregada por el pueblo.
CUARTO: tampoco un señor puede dar a su servidor autoridad o propiedad que como individuo no posee. Si no tiene autoridad para tomar la propiedad del prójimo, tampoco puede darla a su servidor. Por tanto, el pueblo no puede dar a su servidor, el gobernante, autoridad o propiedad ajena, porque darla no está en su mano.
Lo que la Biblia dice acerca del gobierno y la economía se
relaciona muy estrechamente con lo que dice sobre los derechos de propiedad.
A través de la historia, y para robarle a la gente su libertad,
Satanás ha empleado el engaño de que el gobierno puede resolver todo problema.
Este engaño fue lo que llevó a Israel a clamar por un rey (Jueces 21:25,
1 Samuel 8).
Como los hijos de Elí eran corruptos, deshonestos e inmorales, el
pueblo anheló una autoridad mayor, que terminara con la injusticia. Suponían
que precisamente eso haría un gobernante de otro tipo, más al estilo de
un señor: un rey. Sin embargo tuvieron que aprender -y por la manera difícil-,
que el conferir a los gobernantes una mayor autoridad, sólo les da más
poder para abusar.
La libertad puede existir sólo cuando a los gobernantes se les obliga
a obedecer la ley, y la división de poderes hace posible penalizar todo
gobernante que abuse de su autoridad.
Trabajemos todos por menos gobierno, más responsabilidad individual,
y con la ayuda de Dios, por un mundo mejor.