LOS PRINCIPIOS BÍBLICOS DEL BUEN GOBIERNO
UN ESTUDIO
 

por GARY RAY BRANSCOME



 

 El fundamento del gobierno cristiano no se encuentra en los gobernantes mencionados en la Biblia, sino en los principios básicos con arreglo a los cuales esos gobiernos son juzgados.
Y esos principios no son producto de la deducción humana, proclive al error, sino que están claramente establecidos en la Palabra de Dios. Y el primero de ellos se encuentra en 1 Timoteo 2:1-2.
 

LA VOLUNTAD DE DIOS PARA EL GOBIERNO

 "Os exhorto por tanto antes que nada a hacer súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres, y por los reyes y quienes detentan autoridad, para que podamos tener una vida tranquila y pacífica, en toda piedad y honestidad." (1 Timoteo 2:1-2).
El pasaje deja claro que Dios nunca quiso que los gobiernos nos recargaran, nos oprimieran, o nos causaran el vivir en temor. La voluntad de Dios para el gobierno es que reprima con castigo a los criminales, haciendo que las calles sean seguras; y de resto dejarnos tranquilos, de modo que podamos vivir en paz. En tanto lo que hacemos es honesto en este sentido, los gobernantes no tienen para nada que interferir en nuestras vidas.

 Porque somos libres para vivir vidas tranquilas y pacíficas sólo cuando están seguras nuestra vida, libertad y propiedad. No hay paz si debemos combatir constantemente, o vivir en temor de quienes nos privarían de nuestra vida, libertad y propiedad.
Este pasaje de 1 Timoteo 2:2 condena el comportamiento criminal, pero tanto de quienes hacen las leyes como de quienes las violan o quebrantan. Todo crimen es malo, y contrario a la Palabra de Dios. El fruto del buen gobierno siempre es paz, ley y orden.

 1 Timoteo 2:2 es una de las más bellas descripciones de libertad y gobierno libre que yo conozca. Aquella declaración de que los hombres "son dotados por su Creador con ciertos inalienables derechos, entre ellos a la vida, libertad y prosecución de la felicidad", no puede entenderse correcta o bíblicamente a menos que se interprete como diciendo lo mismo que 1 Timoteo 2:2. Porque la prosecución de la felicidad es una meta correcta sólo cuando se lleva a cabo "en toda piedad y honestidad".
 

EL PROPÓSITO DEL GOBIERNO

 La Biblia nos dice llanamente que los gobernantes son enviados por Dios "para penalización de los malhechores, y encomio de quienes hacen el bien." (1 Pedro 2:14). El gobernante es el "ministro de Dios, vengador que ejecuta Su ira sobre quien hace lo malo." (Romanos 13:3-4).

 Estas declaraciones concuerdan perfectamente con 1 Timoteo 2:2. El gobierno nos posibilita vidas tranquilas y pacíficas, no sólo al dejarnos en paz, sino también al descargar pronta y diligentemente la ira de Dios sobre quienes cometen actos criminales (Eclesiastés 8:11). El objetivo de la ley es la condena de los criminales, y no la reglamentación de los justos (1 Timoteo 1:9).
Vea cuidadosamente la frase "para encomio de quienes hacen el bien". Esas palabras, "quienes hacen el bien", refieren a los que -en contraste con los "mal-hechores"- guardan la ley. Por tanto, la Biblia está diciendo que los gobiernos deben encomiar a los ciudadanos promedio, respetuosos de la ley, en lugar de verles y tratarles con sospecha, como si fuesen potenciales criminales. Esto va de la mano con aquello de dejarnos en paz sin intromisiones, para poder vivir vidas tranquilas y pacíficas. Si los gobernantes son sinceros en su encomio a los buenos ciudadanos, entonces deben estar dispuestos a tenerles confianza en su responsabilidad de manejar sus propias vidas.
Dios ha establecido a los gobiernos para nuestra protección. Y como Dios los ha establecido, entonces todos los gobiernos son responsables ante Él, y por ello deben sujetarse a Su voluntad (Filipenses 2:10, Romanos 13:1).
 

EL GOBIERNO Y LA ECONOMÍA

 Las formas y vías del mundo contrastan con la voluntad de Jesús respecto a quienes detentan mando. Él dijo: "Los reyes de los gentiles ejercen señorío sobre ellos, y quienes tienen autoridad son llamados sus benefactores. Mas no será así entre vosotros." (Lucas 22:25-26).
A fin de entender lo que Cristo está diciendo, debemos ver muy de cerca las palabras "señorío" y "benefactores." Un gobernante ejerce señorío sobre las gentes, cuando emplea su autoridad para privarles de su vida, libertad o propiedad. Y la palabra "benefactores" enfatiza lo referente a propiedad y dinero. Los gobernantes mundanos ejercen "señorío" sobre nosotros cuando toman nuestro dinero, y son llamados "benefactores" cuando lo reparten en limosnas a elementos del pueblo. Lo cual ocurre en todo tiempo. Pero Jesús condenó esta práctica, y les dijo a Sus seguidores que eso no era lo que Él esperaba.
Al tomar nuestro dinero -por la vía de los excesivos impuestos-, los gobernantes penalizan a quienes trabajan. Y al repartir sus limosnas, estimulan a la gente a no trabajar. Este tipo de cosas siempre dañan a la economía (2 Tesalonicenses 3:10,12).

 Un gobernante no puede actuar como benefactor a gran escala sino es porque previamente ejerció señorío sobre otros. Porque un gobernante no da a nadie absolutamente nada que no haya tomado antes de otros.

 En el versículo 26, Jesús va a decir a Sus seguidores que debían buscar "servir" a otros, antes que ejercer "señorío". Y el hecho de referirse a los gobernantes en este contexto, pone en claro que Él está hablando de política, no nada más del gobierno de la Iglesia. En consecuencia, y respecto al servicio político, deseo compartir cuatro pensamientos aquí:

 PRIMERO: ningún servidor está por encima de la ley. Todo servidor está sujeto a sus señores a quienes sirve, pero además a la ley a la que también ellos se sujetan. Por tanto, todo gobernante que verdaderamente sea servidor del pueblo, su señor, estará sujeto a las mismas leyes a que el pueblo se somete, y a toda limitación que estas impongan sobre su poder.

 SEGUNDO: toda autoridad que tenga el servidor debe provenir de su señor. Un servidor está habilitado para ejercer solamente la autoridad que le sea delegada por su señor. Por tanto un servidor del pueblo no tiene más autoridad que la delegada por el pueblo.

 TERCERO: jamás se justifica que un servidor usurpe autoridad no conferida por su señor; ni que tome propiedad sobre lo que no le ha dado su señor. Por ende, un servidor del pueblo no puede usurpar autoridad no delegada ni propiedad no entregada por el pueblo.

 CUARTO: tampoco un señor puede dar a su servidor autoridad o propiedad que como individuo no posee. Si no tiene autoridad para tomar la propiedad del prójimo, tampoco puede darla a su servidor. Por tanto, el pueblo no puede dar a su servidor, el gobernante, autoridad o propiedad ajena, porque darla no está en su mano.

 Lo que la Biblia dice acerca del gobierno y la economía se relaciona muy estrechamente con lo que dice sobre los derechos de propiedad.
 

 NUESTRO DERECHO A LA PROPIEDAD, DADO POR DIOS

Cuando Dios le dijo a Adán "con el sudor de tu frente ganarás tu pan, hasta que retornes a la tierra", le estaba dando el fruto de su trabajo. Es lo que Dios les dió a Adán y a sus descendientes para vivir: por eso tenemos un derecho al fruto de nuestro trabajo, porque nos ha sido dado por Dios. Además, eso es precisamente lo que reafirma el mandamiento "No robarás" (Éxodo 20:15).
Parte de este derecho al fruto de nuestro trabajo es el de dar o donar nuestra propiedad a aquellos a quienes escogemos para ello. Es cierto que cuando los gobernantes cumplen un servicio al protegernos de la violencia e injusticia de los malos y egoístas, tenemos la responsabilidad de pagar por ese servicio (1 Samuel 25:21). No obstante, Dios nunca dio a gobernante alguno el derecho de tomar sin más nuestro dinero, o nuestra propiedad, sea para enriquecerse él mismo, o para aparecer como "benefactor" a nuestras expensas. El gasto deficitario de nuestros gobernantes no es nada más que una forma de robo, incluyendo a las futuras generaciones que tendrán que pagar deuda (2 Corintios 12:14).
Nuestro amor a Cristo y a los demás, debería movernos a trabajar -por todos los medios legales que Dios haya puesto a nuestro alcance-, para poner fin a esos abusos de poder por parte de nuestros gobernantes.
 

LIBERTAD Y JUSTICIA PARA TODOS

 Tiranía, injusticia y opresión son males a los cuales todos los cristianos deberíamos oponernos. Gobierno injusto y perverso es aquel que penaliza el bien y protege o defiende el mal. Por ej. un gobierno que prohibe a las escuelas enseñar los Diez Mandamientos, mientras que defiende el aborto y la homosexualidad (1 Pedro 2:14).
Como cristianos, el gobierno que todos deberíamos desear es el que condene el mal, y que encomie la justicia y la rectitud, que haga las calles seguras para caminar -incluso de noche-, y que no ineterfiera en nuestras vidas.
Y aunque todos los hombres no tienen los mismos talentos, Dios quiere de todos alguna influencia buena en este mundo.

 A través de la historia, y para robarle a la gente su libertad, Satanás ha empleado el engaño de que el gobierno puede resolver todo problema. Este engaño fue lo que llevó a Israel a clamar por un rey (Jueces 21:25, 1 Samuel 8).
Como los hijos de Elí eran corruptos, deshonestos e inmorales, el pueblo anheló una autoridad mayor, que terminara con la injusticia. Suponían que precisamente eso haría un gobernante de otro tipo, más al estilo de un señor: un rey. Sin embargo tuvieron que aprender -y por la manera difícil-, que el conferir a los gobernantes una mayor autoridad, sólo les da más poder para abusar.
La libertad puede existir sólo cuando a los gobernantes se les obliga a obedecer la ley, y la división de poderes hace posible penalizar todo gobernante que abuse de su autoridad.

 Trabajemos todos por menos gobierno, más responsabilidad individual, y con la ayuda de Dios, por un mundo mejor.
 


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