GOBIERNO CRISTIANO
UN ESTUDIO
 

por GARY RAY BRANSCOME


 A través de toda la historia, los líderes cristianos han sostenido varios puntos de vista muy diferentes sobre el gobierno.
Algunos han negado que el gobierno pueda ser jamás verdaderamente cristiano. Otros han considerado la monarquía como la forma "cristiana" de gobierno. Aún otros han pensado que la democracia -o incluso la oligarquía- era esa forma "cristiana" de gobierno.
Nuestra generación actual se encuentra tan presa del engaño satánico, que la misma mención del concepto "gobierno cristiano" despierta ideas de dictadura religiosa. Sin embargo esto es contrario a como son las cosas: nuestro Dios es Dios de libertad, verdad y justicia (Juan 8:31,32; Salmo 89:14). Por consiguiente, el gobierno acorde a la voluntad de Dios es uno que sirve al pueblo, pero no dandole aquello que ha quitado a otros (como hacen los "bienhechores" políticos: Lucas 22:25), sino protegiendo las vidas y propiedades de los ciudadanos, a fin de que todos puedan ser libres, y vivir vidas tranquilas y pacíficas, en santidad y honestidad (1 Timoteo 2:2; 1 Pedro 2:14; Romanos 13:3,4).

 Uno de los engaños de nuestros tiempos es la idea de que la moralidad debería estar separada del gobierno. La gente se imagina que la libertad puede ser preservada sólo por un gobierno moralmente neutral. Pero, ¿qué son la tiranía y la esclavitud, sino males morales? ¿Y qué son los gobiernos que tiranizan y esclavizan a las personas, sino gobiernos inmorales?
La verdadera libertad, el tipo de libertad que procede de Dios, no es una libertad de la moralidad, sino basada en ella. Un gobierno realmente libre es fundado sobre la ley moral de Dios. Y un gobierno cristiano es el que oficialmente reconoce la divinidad y señorío de Jesucristo, requiere que todas las leyes estén de acuerdo con Su ley moral tal como se resume en los Diez Mandamientos, y requiere que todos obedezcan las leyes, incluso los gobernantes (Filipenses 2:10; Romanos 13:l, Daniel 4:25).
 

AL NOMBRE DE JESUS TODA RODILLA SE DOBLARÁ

 La Biblia lisa y llanamente declara que "al nombre de Jesús toda rodilla se doblará." (Filipenses 2:10). "Toda": ángeles, gobernantes y hasta demonios deberán doblar las rodillas delante de Jesucristo, y de hecho lo harán, reconociendole como Señor y Dios. ¡Nadie es exceptuado! ¡Toda rodilla se doblará! Todos los hombres, y eso incluye a los gobernantes, están sujetos a la autoridad de Dios, y habrán de reconocer que toda autoridad que detenten es una comisión o encargo de Dios, y que debe administrarse de acuerdo a la voluntad de Dios (Romanos 13:1, Daniel 4:25).

 Dios quiso que los preceptos morales expuestos en los Diez Mandamientos fuesen la base de la ley política (Éxodo 21).
Toda ley que cualquier gobierno hace refleja un cierto patrón o nivel de moralidad.
Por ejemplo, las leyes que permiten a las madres matar a sus hijos no nacidos, refleja un determinado patrón o nivel de "moralidad"; por su parte las leyes que les prohiben matarlos, refleja otro diferente patrón de moralidad. Y el patrón establecido en los Diez Mandamientos es el que Dios quiere que sigan los gobiernos. La Palabra de Dios nos dice llanamente que toda alma debe someterse a Su autoridad, lo cual incluye el alma de todo gobernante (está sujeta a poderes superiores, Romanos 13:1) porque no hay autoridad aparte de la voluntad de Dios. Cada gobierno, y cada ley hecha por los gobiernos, debería conformarse a la pauta de moralidad de Dios, resumida en los Diez Mandamientos.

 Si algunas personas ven el gobierno cristiano como tiranía antes que como libertad, es porque en el pasado, clérigos mal orientados han tratado de usar la fuerza del Estado para imponer sobre todos los demás su propia etiqueta de "rectitud" o su propia teología.
Sin embargo, este abuso del poder político es claramente contrario a la Palabra de Dios. Dios no ha dado a los gobernantes su autoridad para regular a los buenos ciudadanos, sino para penalizar a los criminales (Romanos 13:3,4; 1 Pedro 2:14; 2 Corintios 10:4; 1 Timoteo 1:9; 1 Samuel 8:10:22).
La moralidad no es para ser usada por los gobiernos como excusa para ser inmorales (esto es, opresivos), sino para reprimir a los gobernantes, a fin de que ellos se abstengan de cometer esos mismos crímenes que Dios quiso que penalizasen.
A lo largo de toda la Biblia, desde el asesinato de Urías por David, hasta el de los infantes por Herodes, Dios registra todos los comportamientos criminales de los gobernantes. Y de tales lecciones de historia, debemos aprender la importancia de hacer que los gobernantes se sujeten a la ley moral de Dios. El sistema mismo de gobierno debería estar constituido de manera que cada gobernante que cometa esos crímenes, sea juzgado y penalizado por sus delitos.
 

LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

 Dios no instituye gobiernos para tiranizar y oprimir al pueblo (Proverbios 3:31; Romanos 13:3; Salmo 72:4). Por el contrario, Dios instituye el gobierno porque ama al pueblo y le importa: si no tuviesemos gobierno viviríamos en el temor constante de ser asaltados, robados o asesinados. Y si las personas viven hoy bajo ese temor, es solamente por causa de que nuestro gobierno se ha desviado extremadamente lejos de la base moral sobre la que en el pasado fue fundado.
El verdadero primer principio de libertad y gobierno cristiano es por consiguiente que todos los gobernantes, y el gobierno mismo, deben estar en sujeción a la ley de Dios tal como se resume en los Diez Mandamientos, y se refleja en las leyes de cada país. En otras palabras, que la más alta autoridad en cualquier país debe ser la ley, y no los caprichos del gobernante. Y que la ley debe estar fundada sobre el precepto moral.

 El sistema anglo-americano de gobierno libre empezó cuando el rey Juan fue obligado a someterse a la ley establecida en la "Carta Magna", o Carta Grande. Al hacer de la ley establecida en ella una autoridad superior al rey -a la cual estaba obligado a someterse-, la Carta cambió la autoridad máxima del gobierno inglés del rey a la ley, y a Dios, cuya autoridad se manifiesta en esa ley.
Empero, una vez firmada la Carta Magna, había sólo un elemento que podía evitar que el rey simplemente la ignorase: el poder de la nobleza.
Cuando el rey Juan murió, los barones asumieron el control del gobierno, e hicieron que Enrique III -hijo de Juan- confirmase la Carta. Y mientras la lucha de poder entre el rey y los barones continuó por algún tiempo, fue esta división del poder lo que hizo posible obligar al cumplimiento de las provisiones en ella establecidas. Con el tiempo, el poder del gobierno inglés estuvo dividido entre el rey, la nobleza (Cámara de los Lores), y el pueblo (Cámara de los Comunes).

 Con los siglos se expandieron las leyes que reprimían a los gobernantes de los abusos de su poder.
Dos importantes salvaguardas agregadas al cuerpo del derecho inglés fueron la "Petición de Derechos", de 1628 (Petition of Right); y la "Carta de Derechos" de los ingleses, de 1689 (Bill of Rights). Ambas ofrecieron seguridad contra la tiranía, definiendo los derechos de la gente. Pero como pasó con la Carta Magna, fueron documentos hechos exigibles sólo por la división de poder en el gobierno.
Y por esta división del poder en el gobierno inglés, erramos al pensarlo como una monarquía. Cierto que el rey es un monarca, pero la Cámara de los Lores constituye una oligarquía o aristocracia (gobierno de pocos), mientras la Cámara de los Comunes constituye una democracia. Esta forma mixta de gobierno, donde es la ley la que tiene la supremacía, es mejor descrita como república que como monarquía. La palabra "república" se originó precisamente en la forma mixta que existió en la Roma antigua, anteriormente al ascenso de los Césares.

 Los hombres que fundaron la república estadounidense entendieron la importancia tanto de limitar como de dividir los poderes del gobierno. Por consiguiente los separaron, en una rama ejecutiva, que exige el cumplimiento de la ley; otra legislativa, que la hace; y otra judicial, que la interpreta. (Véase Isaías 33:22). El Presidente, originalmente escogido sólo por ciertos electores (como lo fueron algunos reyes) estaba para controlar al ejército, y así se correspondía con el rey en el gobierno inglés. Los Senadores, originalmente nombrados por los gobiernos de los estados, constituían la oligarquía o aristocracia (gobierno de pocos), y se correspondían con la Cámara de los Lores en el gobierno inglés, mientras que la Cámara de Representantes se correspondía con la de los Comunes.

 Con los años ha habido una tendencia en EE.UU. a cambiar nuestro sistema de gobierno, de la forma mixta a la democracia pura.
Para todos los efectos y fines nuestro Presidente ya no es más elegido por electores sino por el voto popular. De igual forma, los senadores son ahora elegidos por sufragio popular. Pero las democracias puras han sido históricamente inestables y sus gobiernos opresivos, por ello debemos ver esta tendencia a la democracia pura como una amenaza a nuesra libertad.

 ¡Pienselo un momento! ¿Qué tipo de resguardo puede ofrecerle a la libertad una democracia, cuando la ley no pone limitación o restricción alguna sobre los hombres a quienes el pueblo elige? Un hombre elegido así sería un dictador. Estaría libre para hacer cualquier cosa que le plazca. Hitler, elegido por una democracia, es un ejemplo primario de esto. Latinoamérica está llena de dictaduras democráticas inestables. Y fue la regla de la mayoría la que sentenció a Jesús a morir en la cruz.
Además, supongamos que un gobierno democrático tuviese leyes limitantes del poder de quienes fuesen electos. ¿Qué buen efecto podrían tener esas leyes si no hubiese real división en el poder? ¿Quién haría entonces obligatorio su cumplimiento?
La infatuación de nuestra sociedad con la democracia es totalmente irracional. Y arranca de la ingenua y tonta creencia de que todos los hombres son intrínsecamente buenos. Hasta la gente que profesa creer semejante sinsentido, tiene suficiente sentido como para dormir de noche con la puerta bajo llave: es autoevidente que los ladrones deben ser reprimidos de meterse en nuestras casas. Y así también debería ser autoevidente que los gobernantes deben ser reprimidos por ley de cometer sus crímenes. Si los gobernantes no fuesen reprimidos, la tiranía y la opresión se seguirían de ello, tan seguro como que la noche sigue al día. Por esta misma razón las Naciones Unidas están condenadas a fracasar (Salmo 127:1; Jeremías 17:9).
En un gobierno puramente democrático, la gente es proclive a ver los Diez Mandamientos como algo no superior a la opinión mayoritaria. Y todos quienes no quieren someterse a los Diez Mandamientos trabajan para moldear la opinión pública, socavando así el verdadero fundamento de la libertad.

 El derecho común inglés ("Common Law") -especialmente tal como lo explica Blackstone en sus comentarios sobre las leyes de Inglaterra ("Commentaries On The Laws Of England")-, fue la base para el sistema jurídico estadounidense; y a su vez se funda en general sobre los principios bíblicos. Por ejemplo el rey Alfredo incluyó los Diez Mandamientos -y asimismo otros extractos de la propia ley mosaica- en su código legal. Las leyes comerciales judías -tal como fueron codificadas por el rabino Moisés Ben Maimón-, formaron la base del derecho comercial inglés.
Los hombres que fundaron nuestro gobierno en EE.UU. trataban de preservar ese sistema jurídico bíblico, no de derrocarlo. La Guerra de la Independencia de los EE.UU. no fue una revolución, bajo ningún tipo de esfuerzo imaginativo: no fue una guerra de revolucionarios tratando de subvertir el gobierno existente. Mas bien fue una guerra de gobiernos coloniales debida y legítimamente constituidos, con el propósito de defender la forma de gobierno existente, con sus correspondientes garantías de derechos individuales, entre las cuales se cuenta la de que no hay impuesto sin representación.
 

CONCLUSIÓN

 Si Ud. se pregunta por qué se da tanto espacio a una descripción del sistema de gobierno anglo-americano -en un ensayo sobre gobierno cristiano-, es porque este sistema ilustra mejor que cualquier otro la importancia de hacer que los gobernantes se sujeten a la ley moral de Dios. Con esto no quiero de manera alguna ignorar u ocultar las debilidades y perversidades de gobernantes específicos: la naturaleza humana no ha cambiado desde los días de Herodes. Sin embargo quiero dejar perfectamente claro que un gobierno edificado sobre la ley de Dios será un gobierno libre y no una tiranía religiosa. Y a diferencia de otros gobiernos europeos, el inglés tiene su sistema de derecho común que en muchos aspectos es similar al sistema de derecho común establecido por Moisés.
Debido a que el sistema de gobierno anglo-americano tiene su fundamento en principios bíblicos, los pueblos angloparlantes han sido bendecidos con la libertad. Actualmente esa forma de gobierno es copiada o adoptada por muchas otras naciones, que si a menudo tienen un pobre desempeño con esa adopción, es porque dejan por fuera a Dios; y la libertad es un don de Dios. Si hemos de preservar la libertad en nuestra propia tierra, no debemos separar a Dios del gobierno, sino devolver nuestro gobierno a Dios.
 

 Una lista de libros para quienes gustarían aprender más sobre los fundamentos bíblicos de nuestro gobierno:

"The Story Of Liberty" (Historia de la libertad), por Charles Carleton Coffin.
"Sweet Land Of Liberty" (Dulce tierra de libertad), por Charles Carleton Coffin.
"Christianity And The Constitution" (El cristianismo y la Constitución), por John Eidsmoe.
"Faith And Freedom" (Fe y libertad), por Benjamin Hart.
"America's Godly Heritage" (Divina Herencia Americana, videocinta), por David Barton.
"America's British Culture" (La cultura británica en EE.UU.), por Russell Kirk.
"A better Guide Than Reason" (Una mejor guía que la razón), por M.E. Bradford.
"Founding Fathers" (Padres Fundadores), por M.E. Bradford.
"Original Intentions" (Intenciones originales), por M.E. Bradford.
"The Revolution Myth" (El mito de la revolución), por Gene Fisher y Glen Chambers.
"Basic American Government" (Gobierno estadounidense básico) por Clarence B. Carson.
"A Christian Nation" (Nación cristiana) por David Brewer (ex juez de la Corte Suprema).
"The Roots of American Order" (Las raíces del orden estadounidense), por Russell Kirk.
 

Nota del traductor:
También en español puede consultar:

"Principios bíblicos para gobernar a las naciones", por Stephen McDowell y Mark Beliles.
"¿Y qué si Jesús no hubiera nacido?", por James Kennedy y Jerry Newcombe.
"La era del engaño", por John Hagee.
"Las raíces del capitalismo", por John Chamberlain.
 
 
  



 
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