LOS PRINCIPIOS SOCIALES Y RELIGIOSOS DE LA LIBERTAD

por G. EDWARD GRIFFIN
 



 Quienes abogamos por menos gobierno, sostenemos ciertos principios sociales y religiosos que creemos acordes con la libertad para cuya protección la Constitución fue diseñada.

 Como individualistas, aceptamos el concepto de responsabilidad personal por nosotros mismos y por quienes de nosotros dependen. Por eso vemos la familia como la unidad social básica después del individuo.
 Todo régimen totalitario -desde la antigua Esparta hasta la China de hoy- hace lo posible para destruir el tejido familiar, a fin de remover toda lealtad que pueda erigirse por encima del Estado. No le gusta la competencia. Las comunas -de China roja o de Haight-Asbury- son ideales para tales propósitos. Pero casi idéntico resultado puede lograrse incluso con la institución del matrimonio; basta con inducir a la gente involucrada a abandonar sus responsabilidades parentales. Porque el objetivo real es suprimir a la familia como posible fuente alternativa de guía y apoyo. Siendo la familia débil, en cualquier necesidad la gente no tiene más remedio que volverse al Estado por ayuda. Y si el hogar puede ser transmutado en sólo un club para comer y dormir, entonces los niños quedarán a merced de las guarderías y escuelas gubernamentales, para ser moldeados y adoctrinados por el Estado, actuando como padre y proveedor de última instancia.
 Por eso estamos comprometidos con la preservación y reforzamiento de la familia, tanto por razones prácticas como morales.

 Creemos que todas las personas somos iguales a ojos del Creador, y que todos debemos ser tratados igualmente por las leyes. Pero también creemos en la libertad de asociación: que el individuo es libre de seleccionar a quienes elige para trabajar, jugar o vivir. Creemos que es algo esencial a cualquier sociedad verdaderamente libre; y además que es enteramente natural.
 Generalmente las gentes prefieren asociarse con quienes comparten algo en común. Prefieren estar con quienes son aproximadamente de la misma edad, nivel educacional, intereses y pasatiempos, estrato socioeconómico, religión, raza, gustos en materia de entretenimientos, y puntos de vista políticos. Cosa que todo el mundo hace en un grado u otro. Ud. lo hace. Yo también.
 Hay un nombre para este proceso: se llama "discriminación". A fin de seleccionar aquellos con quienes quiere asociarse, por definición Ud. debe discriminar. Debe ser libre para rechazar aquellos otros con quienes no quiere asociarse. De otro modo Ud. no puede elegir.
 El problema surge por el hecho de las tensiones raciales, actualmente crecientes; la palabra "discriminación" se ha venido a confundir con "odio", pero no es lo mismo. Sólo porque Ud. prefiera estar con los de su misma clase de edad, no significa que tenga que odiar a los más viejos o más jóvenes. Y es lo mismo en los casos de la raza, religión o cualquier otra categoría.

 Además, creemos que los gobiernos no tienen para nada que tratar de dictar relaciones sociales entre individuos o grupos. No encontramos bases constitucionales para ello, ni morales, ni lógicas por cierto. Cada vez que un gobierno toma esta vía, y emplea la fuerza de la ley para reorientar las relaciones sociales conforme a alguna fórmula supuestamente omnipotente, siempre pone las cosas peor de lo que estaban. Es como arrojarle piedras a un perro para que deje de ladrar.
 Por favor, entienda que esto significa que nos oponemos tanto a la segregación forzada por algún gobierno estadal, como a la integración forzada por algún gobierno federal. Ambos están mal. Los gobiernos deben permanecer por completo fuera de esta materia, y dejarla a los individuos involucrados. Nosotros no hacemos esfuerzo alguno para obligar a una cierta fórmula o a cualquier otra. Y con franqueza, pensamos que el mundo sería mejor lugar para vivir si los demás siguieran estos mismos principios sociales.

 Vamos ahora a los principios religiosos que sostenemos en común. Creemos que tanto la integridad en el gobierno, como la honestidad en el mercado y la armonía social, deben basarse en la moralidad. No nacen por legislación. No importa cuantas leyes Ud. escriba en los libros, si esas condiciones no existen en los corazones de los ciudadanos, jamás existirán en la vida pública.
 Además, creemos que sin una firme base religiosa es imposible la verdadera moralidad, y con esta expresión significo el hacer lo correcto porque es correcto y no por otra razón, aún cuando esa conducta nos pueda acarrear alguna desventaja, o nos pueda costar hasta la vida. A menos que nuestro concepto de lo bueno arraigue en convicciones religiosas, derivando de una fuente Divina exterior y superior a nosotros mismos, ¿quién estaría dispuesto a tales sacrificios?

 Oímos mucho hoy en día sobre nueva moralidad, a veces llamada humanismo, o ética de la situación: el concepto es que no existe lo bueno o lo malo fuera del individuo mismo, y lo que es malo para unos puede ser bueno para otros; o lo malo para alguien hoy, mañana puede ser bueno para la misma persona. Todo depende de su actitud en el momento. Se supone que lo que nos hace felices o nos da placer es bueno, lo que nos duele es malo, y debemos decidir sobre esas solas bases. En otras palabras: hagamos cualquier cosa que querramos, y llamemosle moralidad.
 Es un sinsentido, desde luego. La llamada nueva moralidad es nada más que el viejo hedonismo con un nombre respetable. Siempre habrá hedonistas, hasta que el mundo dure; pero nosotros rechazamos firmemente el hedonismo como filosofía dominante de la vida pública.
Pienso que George Washington resumió muy bien este concepto:

 "De todas las disposiciones y hábitos que llevan a la prosperidad política, la religión y la moralidad son soportes indispensables. Y debemos cuidarnos de consentir el supuesto de que la moralidad puede mentenerse sin religión ... tanto la razón como la experiencia no nos permiten esperar que la moralidad nacional pueda prevalecer excluyendo los principios religiosos."
[American Historical Documents: New York, Barnes & Noble, Inc., 1960. p. 144.]

 Esta es la razón por la que nuestro país fue fundado en una firme creencia en Dios como nuestro Creador. La misma primera frase de la Declaración de la Independencia refiere a Dios como autoridad para esa acción independentista. Después encontramos las palabras "el Supremo Juez del universo". Y la última oración declara "una firma confianza en la protección de la Divina providencia".
 Pero la clave de la importancia de esto se encuentra en las palabras "todos los hombres son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables". Vea Ud., si nuestros derechos no nos son dotados por nuestro Creador, entonces ¿cual es su origen? Hay una sola otra fuente: el gobierno.
 Por eso, si negamos la existencia de Dios en nuestras instituciones políticas, entonces debemos aceptar la premisa de que la fuente de nuestros derechos es el gobierno. Y si aceptamos esa premisa, debemos aceptar también su corolario: si el gobierno puede garantizar derechos, entonces también tiene el poder de quitarlos. Y no crea que muchos estadounidenses querrían aceptarlo si se lo pensaran bien. La libertad no es segura a menos de suponer que los derechos humanos vienen de Dios y no del Estado.

 Por eso no evadimos el punto de la religión; más bien proclamamos su importancia como indispensable fundamento, y no sólo de la moralidad nacional, sino también de la libertad.
 Si se me pidiera resumir los principios en los que creemos, lo explicaría como un concepto dual de individualismo y moralidad. Pero también tengo una consigna, que aún siendo un poco larga, lo dice muy bien. Tal vez Ud. la haya oído. Es:

 Menos gobierno, más responsabilidad, y con ayuda de Dios, un mundo mejor.

 La próxima vez que la escuche, espero sinceramente que mis esfuerzos aquí le permitan tener una mejor apreciación del profundo significado tras esas palabras.

Copyright 1972 por G. Edward Griffin
 



 
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