La libertad por la cual nuestros antepasados arriesgaron sus
vidas, sus fortunas y su sagrado honor, no era la libertad para ser inmoral.
Era la libertad para ser moral: seguir la ley de Dios, adorarle como a
cada quien más le guste, y educar a sus hijos como considere mejor. Y era
la libertad de hacer todo esto sin restricciones, papeleo burocrático ni
hostigamiento de parte del Gobierno.
En resumen, combatieron y murieron por la libertad de todos
los estadounidenses para vivir vidas tranquilas y pacíficas en plena santidad
y honestidad (1 Timoteo 2:2.)
En el siglo XIX, millones de personas arribaron a raudales a este país, buscando precisamente ese tipo de libertad, porque en Europa las leyes constreñían cada aspecto de sus vidas, y EE.UU. en contraste les ofrecía libertad para ser lo mejor que cada quien pudiera ser. Si querían emprender su propio negocio por ej., eran libres de hacerlo. Hasta 1925 un inmigrante podía llegar aquí, comprarse un carrito de mano, y vender algo de comer por la calle; y si podía adquirir un automóvil, le pintaba la palabra "taxi", y lo trabajaba por su cuenta, porque no había papeleo burocrático gubernamental opuesto en su camino. Los negocios se regían por los Diez Mandamientos, y no por tomo tras tomo de reglamentaciones oficiales.
Las reglamentaciones son algo diferentes de un lugar a otro, pero si Ud. piensa que EE.UU. aún es un país libre, entonces trate de vender algo de comer en un carrito de mano -especialmente en una ciudad grande-, y vea hasta donde puede llegar antes que el Departamento de Salud le ponga tras las rejas. Trate de trabajar su taxi y vea el papeleo, los trámites y los costos por los que tiene que pasar: en New York hoy cuesta más de 50 mil dólares la licencia. Claro, hay muchos taxis sin licencia; pero donde hay libertad la gente no tiene que quebrantar la ley sólo para ganarse honestamente la vida.
Una vez un óptico me contó como en su profesión se quitó la
libertad. Resulta que no se necesita un grado universitario para ser capaz
de hacer un examen de la vista, y cortar unos lentes para un cliente, basta
con el entrenamiento que puede recibirse de quienes hacen esos trabajos.
No obstante, algunos ópticos no querían la competencia que conlleva la
libertad, y acudieron a sus diputados para requerir leyes que estorbaran
el ingreso de otras personas a la profesión. Obviamente no lo dijeron abiertamente
así a todo el mundo, sino que encubrieron sus reales motivos con un discurso
muy piadoso, sobre la calidad y cuidado de la salud visual, y la necesidad
de que estuviese a cargo de profesionales realmente calificados.
Comenzaron con una ley exigiendo dos años de universidad para los
ópticos, pero después el requisito se elevó sucesivamente a cuatro y seis
años.
En realidad, no en todas las profesiones se necesita educación
universitaria, y hasta en muchas no es ni siquiera deseable; pero el de
los ópticos es sólo un ejemplo de cómo nuestras libertades nos han sido
quitadas.
Los educadores no dicen nada contra esta subversión; a menudo
la defienden porque implica empleos para ellos, y de hecho la promueven,
para limitar así el número de personas en la profesión docente.
Y la práctica de tratar de limitar la competencia no es inusual.
Un diputado estadal me contó que la mayoría de las peticiones que recibe
para legislar se dirigen a recortar la competencia.
Hay un libro sobre este tema, que yo recomiendo. Se llama
"La increíble máquina de hacer pan". [The Incredible Bread Machine, 1974,
Susan Love Brown y otros autores. Hay versión española de 1976 en Unión
Editorial de Madrid.]
Todas estas leyes arraigan en la codicia y por tanto son demoníacas.
Lo único que producen es la tiranía satánica, y deben abolirse.
SUBVERSIÓN CONSTITUCIONAL
El genio del modo de gobierno de EE.UU. es su sistema de frenos
y contrapesos (checks and balances) que evita el abuso del poder político.
Este sistema supone que la naturaleza humana es básicamente pecaminosa,
y por ello el poder debe restringirse. Así la libertad reinó, y las personas
amantes de la libertad provenientes de todas partes del mundo llegaron
a nuestras playas.
Sin embargo, todas las salvaguardas de nuestro sistema contra la tiranía fueron quitadas una a una, como iremos examinando.
LA DÉCIMA ENMIENDA
Su propósito fue limitar el poder del Gobierno central. Dice
que "los poderes no delegados por la Constitución a los EE.UU., ni prohibidos
por ella a los Estados, se reservan a los Estados mismos respectivamente,
o al pueblo."
Esta X Enmienda fue una importante salvaguarda contra el abuso
de poder por parte del Gobierno central; pero muy temprano en la historia
de nuestra nación fue subvertida por el mismo Presidente de la Corte John
Marshall, cuyas decisiones pavimentaron la doctrina de los llamados "poderes
implícitos."
Un estudio de esta subversión se titula "The Sabotage of the
Tenth Amendment," por Edward Alvertson, publicado in 1975 por la "Citizens
Legal Defense Alliance."
Toda la opresiva burocracia que hoy soportamos creció al calor
de esta doctrina de los llamados "poderes implícitos." Poderes tan vagamente
definidos son una amenaza para nuestra libertad. Aunque el Congreso podría,
si quisiera, removerla muy fácilmente. Como el Congreso escribió la Constitución,
tiene la autoridad para definirla. Al Congreso le bastaría entonces simplemente
decretar que el propósito de la X Enmienda fue limitar el Gobierno central
a "aquellos poderes expresamente delegados por la Constitución a los EE.UU."
Así desaparecería la entera burocracia federal, y la libertad sería
restaurada.
Algunos argumentan que el Gobierno federal necesita la flexibilidad
de los poderes implícitos para funcionar. Y podría haber algo de verdad.
Pero entonces, para evitar el tipo de abuso de poder que hoy tenemos, el
Gobierno federal debería requerir el permiso de los Estados para hacer
uso de los poderes implícitos. Y si los Estados dan el permiso, debería
ser por un tiempo, digamos, de hasta cinco años, al cabo del cual decidirían
si lo renuevan o no, por otro lapso igual.
Nótese que el presente sistema de "bienestar social" (welfare),
que amenaza llevar a nuestro país a la quiebra, es sólo un ejemplo de la
inmensa burocracia desarrollado a la sombra de la doctrina de los "poderes
implícitos."
ELECCIÓN DIRECTA DE LOS SENADORES
En las colonias, los gobiernos de los Estados protegían a
la gente frente al Gobierno de Inglaterra; análogamente se quiso que nuestros
actuales gobiernos estadales protegieran a sus ciudadanos de las opresiones
provenientes del Gobierno central. Para cumplir precisamente esa función,
la Constitución nacional estableció Senadores elegidos por los gobiernos
de los Estados, provisión que permitió a estos gobiernos cierta medida
de control sobre el central.
Pero la XVII Enmienda removió esta importante salvaguarda contra
la tiranía, decretando la elección directa de los Senadores.
Como resultado, ahora el Gobierno central se impone sobre los estadales,
forzandoles a permitir el aborto, la homosexualidad, etc. A fin de restaurar
la libertad tenemos que rechazar esa XVII Enmienda.
IMPUESTOS DIRECTOS
Nuestra Constitución nacional, tal como se escribió originalmente,
no permitía al Gobierno central cobrar impuestos directamente a la gente.
Los impuestos para el Gobierno central debían proporcionarse por los Estados
conforme a su población según el censo (Art. 1, secciones 2 y 8). Esta
provisión permitió a los Estados proteger a sus pueblos de cualquier tributación
excesiva.
Sin embargo, la XVI Enmienda removió esta otra salvaguarda
constitucional contra la tiranía.
Y como resultado, el Gobierno central es ahora libre de imponer
tributo al ingreso de todo ciudadano. Lo cual ha llevado no sólo a unas
tasas irrazonablemente elevadas, sino también a muchas prácticas tiránicas
por parte del IRS (Internal Revenue Service.) Libros enteros se han escrito
sobre esta tiranía, que sin embargo es ignorada por la mayoría porque afecta
sólo a un relativamente pequeño número de personas cada año. La historia
nos enseña no obstante que cuando una tiranía es ignorada, sólo puede crecer.
A fin de cortar de raíz esta tiranía del IRS y restaurar la libertad, tenemos
que rechazar esa XVI Enmienda.
Esa I Enmienda y las demás arraigan en la historia inglesa
y americana, y dicen mucho acerca de las formas por las cuales en el pasado
se ha abusado del poder. Y aquí podría preguntarse, ¿qué pasó para socavar
tan completamente ese intento de los Padres Fundadores? Pasó por ej., que
gente perversa ha empleado el texto de la XIV Enmienda como excusa para
revertir por completo el significado de la Declaración de Derechos: sobre
la base de esta XIV Enmienda, la Declaración se cambió, de una limitación
impuesta al Gobierno por el pueblo, a una limitación por la que el Congreso
sujeta al pueblo.
Y la I Enmienda se ve ahora como una restricción impuesta
no al Gobierno sino a la religión, exigiendo su separación del mismo. Como
resultado, los cristianos que hablan sobre Jesús a otras personas se ven
no como ejerciendo su libertad religiosa, sino como culpables de acoso
u hostigamiento religioso ("harassment".) Aún no llegamos al punto donde
se prohiba ganar almas, pero vamos en esa dirección. Toda referencia en
favor del cristianismo fue censurada de los textos para las escuelas públicas.
Conozco tres ciudades -fundadas originalmente por personas cristianas-,
obligadas a remover símbolos cristianos de sus sellos oficiales; y en muchas
otras se ha prohibido montar pesebres en Navidad. Los más activos en la
promoción de esta subversión de nuestra herencia cristiana, alegan querer
tolerancia para todas las religiones, pero son unos fanáticos anticristianos,
de los más intolerantes jamás vistos.
Varios siglos atrás, un creyente bíblico podía ser encarcelado
por criticar a la iglesia estatal, y mucha de la gente que fundó este país
vino a América para escapar de esa persecución religiosa. Pero si las cosas
siguen la dirección que llevan, puede faltar poco para que los cristianos
sean encarcelados por criticar otros cultos, o por tratar de llevar a alguien
a Cristo.
Al revertir el significado de la Declaración de Derechos,
el Congreso ha usurpado el poder para robarnos nuestra libertad religiosa.
Desde luego que la XIV Enmienda nunca pretendió revertir el significado
de la Declaración; y el hecho de que jamás se supuso su empleo de esta
forma fue claramente establecido por un estudio de la discusión que llevó
a su adopción.
Hace unos pocos años, el Hon. William Brevard Hand, Presidente
de la Corte Distrital de EE.UU. en el Distrito Sur de Alabama, arriesgó
su carrera al oponerse a esta perversión de la Constitución. En el caso
Ishmael Jaffree (musulmán) versus Estado de Alabama, el juez Hand declaró
la plena constitucionalidad de una ley de ese Estado requiriendo que las
escuelas, al comienzo de cada día, estudiaran el procedimiento seguido
por el Congreso de los EE.UU., leyendo alguna de las oraciones de apertura
del capellán del Senado o de la Cámara de Diputados.
Por supuesto que a los fanáticos anticristianos les dio un
ataque, pero en sus 66 páginas el Juez Hand documenta la base histórica
para su decisión, y el hecho de que la XIV Enmienda nunca pretendió emplearse
para volver la Declaración de Derechos contra el pueblo.
Como era de esperarse, su fallo fue anulado por un tribunal de alzada;
sin embargo, nuestra libertad no es segura mientras su juicio no sea vindicado.
Concluye con estas palabras: "Si quienes hoy gobernamos no seguimos las
enseñanzas de la historia, seguramente el propio peso de lo que hacemos
nos derrumbará la casa sobre nuestras cabezas, y el público perderá con
razón respeto a la integridad de la institución, hasta que por último esta
sea cambiada u olvidada."
Los derechos sobre los cuales se apoya nuestra libertad son
dados por Dios, Quien jamás ha dado a nadie el derecho a asesinar su hijo
o a ser homosexual, aunque sí ha dado a los bebés el derecho a la vida,
y a los Gobiernos el derecho a ejecutar a los homosexuales (Romanos 1:32,
Levítico 20:13). Los derechos dados por Dios, tan altamente valorizados
por nuestros antepasados, se oponen diametralmente a esos "derechos humanos",
a los que apelan hoy en apoyo del aborto o la homosexualidad. El concepto
de derechos dados por Dios arraiga en la religión cristiana, el otro en
la humanista. Como un Gobierno no puede a la vez permitir el aborto y prohibirlo,
no puede fundarse en ambas religiones, cristianismo y humanismo.
A fin de restaurar la libertad, y asegurarnos nuestros derechos
dados por Dios, debemos confirmar el hecho de que esta nación fue establecida
como cristiana.